Vacaciones en el pueblo
Después de la cuarentena, del gris confinamiento y de la atmósfera incierta que vivimos, llena de interrogantes sin resolver, disfrutar de las vacaciones en el pueblo es habitar un microecosistema social y emocional particular. Con el COVID nos ha cambiado la perspectiva de muchas cuestiones en la vida, entre ellas el destino de veraneo. Los pueblecitos se están llenando como hacía años, de niños con sus gritos y risas, junto a adultos ávidos de respirar aire puro.
De pronto, con todo lo acontecido lo sensorial y emocional se acentúan, provocando que estemos más receptivos a aspectos que antes pasaban más desapercibidos. Buscamos para encontrarnos aunque apenas podamos rozarnos, intentando respetar la distancia optima a la que cada uno ha podido llegar, a su propio equilibrio implícito entre el miedo y el deseo de afecto. Siempre reasegurando la red social, el otro está ahí, cerca. Ahora sí que sabemos de su importancia, sentimos la falta del calor del otro, lo que es echar de menos el contacto del cuerpo a cuerpo.
Y así casi con cierta timidez vamos disfrutando de los ratos compartidos en la plaza, lugar de reunión, para todos, los grandes y los más chicos. Unos alrededor de una mesa y los otros con sus bicicletas, jugando a ser independientes. Otros paseando por la naturaleza, recargando pilas de la belleza que está ahí, si somos capaces de mirarla.
Hoy, envuelta en esa calma de no tener obligaciones, sin agenda y sin ruidos de ciudad, me he levantado y al abrir la puerta de la casa, me he encontrado una bolsa con dos lechugas de la huerta. Me sorprende, quizás ya no recordaba estos pequeños pero grandes detalles, la espontaneidad que se puede dar en un sitio que nos conocemos todos. Ahora escribo en mi jardín, tranquila con el olor del sándalo impregnando el ambiente y los cantos de los pájaros de fondo. Pero no nos engañemos todo no es idílico, tenemos las pesadas de las moscas y ese línea finísima que separa la cercanía, con la invasión o el chismorreo.
Posiblemente ahora lo valoramos más, por lo que hemos vivido y sufrido, por todas las pérdidas que nos han golpeado, a unos más que otros, pero a todos se nos resquebrajado la fantasía de un mundo seguro y estable. Lo cual me lleva a cuestionarme: ¿Este tiempo de estar más conectados con lo sencillo y presente (per) durará? La verdad, no lo sé, cada vez parece que flotan más preguntas sin respuestas en esta nueva realidad, exceptuando los que saben de todo y no saben de nada, expertos de cualquier cosa.
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