Te conocí en el camino
Te conocí, en un recoveco del camino. De sorpresa. No buscaba, ni esperaba.
Me encontré con esa mirada tuya, esos ojos que me hablaban más allá del silencio y me besaban, sin ni siquiera rozar mi piel.
Pensé en hacer como que no te veía, colocarme en un lugar de espectadora (incluso primera fila), pero sin implicarme. Intentar convencerme de que no iba a salir bien y para qué jugar.
Pero no pude. Me conmovió tu forma de fluir, esa honestidad tan confiable y cálida. Tu sensibilidad recogida de forma adecuada, pero asomando traviesa, por las rendijas de lo que no podemos disimular, por mucho que lo intentemos.
Me dejé, sin querer o queriendo sin saberlo. El placer me fue invadiendo despacio y tierno, cómo los rayos de sol en una tarde luminosa. Y casi sin darme cuenta, estábamos en esa terraza, ajenos al mundo. Adolescentes, a pesar de la edad, y también, de la vida.
Temerosos y deseosos de tocarnos, con esas manos que se escapaban para enredarse. Libres e ingenuas.
Tres dias y sonrió al pensarte…
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