Mi andadura como psicóloga
Hoy es un día de celebración. Hace 17 años que comencé mi andadura profesional como psicóloga en Zaragoza. Es emocionante pensar en aquellos momentos, todo era novedoso. Apasionante, con una enorme curiosidad, deseosa de trabajar bien, acompañar y ayudar en el sufrimiento. También asustada y nerviosa, ¿cómo no?
Recuerdo con una nitidez diáfana mi primer paciente, fue iniciar terapia para los dos, no solo para él. Era un adulto joven, con adicción a la cocaína. Ese fue el motivo manifiesto de consulta y la punta del iceberg, juntos a lo largo del tiempo fuimos desenredando. Poco a poco poniendo palabras, luz a las sombras y nombres a los fantasmas del pasado.
Después me animé a hacer terapia de adolescentes, una etapa de metamorfosis, que siempre me ha conmovido. El trabajo con ellos es una montaña rusa emocional. Se sienten en tierra de nadie, ya no son niños y tienen que hacer los duelos de su cuerpo, del cobijo de los padres. Ir poco a poco construyendo su identidad y encontrar su lugar en la vida. Camino arduo, con baches de tristeza, ansiedad, vacío, extrañeza con el cuerpo, avatares con la identidad de género, enfrentamientos con los adultos, para reafirmase. Y a la vez, con fuerza, pasión, frescura e ideales llenos de color.
Y así casi sin darme cuenta, jugando me fui encontrando con los niños. La terapia infantil aunque se piense lo contrario, es compleja. Primero, por la adaptación que haces en la intervención terapéutica con ellos. Se trabaja cuerpo a cuerpo, a través de lo que nos van expresando con “su idioma”: juegos, personificando, con dibujos, etc. Esto, los que han hecho un recorrido y pueden simbolizar. Otros, los más graves armando lo posible, a veces, desde casi nada. Y segundo, para mí es impensable hacer terapia con un niño, si no hago terapia con los padres. Los hijos tienen huellas propias en su psiquismo, pero están totalmente atravesados por los adultos de referencia. Así que la intervención es en red y multidisciplinar, psicóloga, profesores, pediatra, psiquiatra si es necesario tratamiento, etc.
Fui caminando, una cosa llevo a la otra y acabé haciendo terapia de parejas y familiar. Toda una experiencia en que se trabaja lo intersubjetivo, la producción novedosa del momento en la consulta (palabras, silencios, miradas y cuerpos que hablan) y así ir armando un puzle diferente. Con piezas de decepción, rivalidad, traición, desilusión, proyecciones al otro, celos, amor, lealtad (o no), expectativas que hay que adaptar a la alteridad del otro, compañía, llenar agujeros y narcisismos rotos.
Y por último, comencé a coordinar grupos. Una terapia grupal es una urdiembre, de mimbres trenzados que sostienen y dan sostén, en que se juegan las identificaciones, los puntos en común y las diferencias, los deseos, las angustias comunes y las particulares. Un escenario donde se vivencia y se va elaborando conjuntamente. Es un trabajo dinámico y muy enriquecedor, en el que todos formamos parte de un todo.
Nada de este recorrido profesional que me llena tanto de orgullo y me hace sonreír al describirlo, hubiese sido posible sin los que han compartido la vida conmigo. Todos ellos hicieron posible que se materializará este proyecto, que al principio solo era un sueño.
Agradezco a mi familia y amigos. A la psicoterapeuta psicoanalítica que me acompaño durante años, a los supervisores que desde el inicio de mi carrera profesional me ofrecieron otra mirada, a los profesores que han ido poniendo su granito de arena en la continua formación, a los múltiples autores de los que he mamado y me he nutrido, para ir construyendo mi propio estilo. Pero a quien de verdad doy las gracias por todo lo que me han regalado sin saber, es a mis pacientes, ellos han sido y son los verdaderos protagonistas de esta historia.
¡Sin ellos nada hubiese sido posible!
Elisa Peinado-Psicóloga en Zaragoza
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