La «Sopa Buena»
Hoy, mi vecina Mari Carmen, me ha traído un tupper con “sopa buena”. Asi le decía yo al caldo que me hacía mi madre, cuando era pequeña y me ponía enferma (he de confesar que después también, hasta que se fue).
En ese gesto de dedicación, me transmitía su amor y ternura. ¡Y a mí me sabía a gloria!
La de mi vecina no la he probado, pero ya me ha olido a afecto, a cuidado y a esperanza de qué todavía existe la (pre)ocupación por el otro.
Quizás no somos tan individualistas y todavía podemos confeccionar mano a mano, tapices comunes con hilos de amor, cooperación, empatía, dulzura y desparpajo. Pero claro para conectar con eso, aquí, cerquita, necesitamos la capacidad de verlo.
Y mucho me temo que andamos tan sobrecargados y sobreexigidos que es difícil estar en sintonía para mirar y sentir, cuando la vida nos sorprende para bien y nos regala un momento sencillo, pero bonito.
Qué difícil bailar en ese equilibrio continuo de inquietud y de apertura, de ir a lo nuestro y de sonreír cuando estamos serenos y disponibles.
Es tan fácil deslizarnos a pensar que en algún momento todo será más tranquilo. ¡Entonces podremos respirar a pleno pulmón, parar y hacer lo que verdaderamente nos apetece y hemos estado posponiendo!
¿Y el momento de ahora dónde queda? ¿La sopa? ¿El tiempo de cierta calma para sonreír y agradecer los pequeños detalles? ¿El dejarnos llevar por los momentos de placer cuando compartimos una charrada o unas risas, cuando escribimos o leemos, cuando no hacemos nada, simplemente ser?
Elisa Peinado-Psicóloga en Zaragoza
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