La salud mental está de moda
La salud mental está de moda, cada vez se habla más de ella en todo tipo de contextos, desde los cotidianos, hasta los políticos y virtuales. Se ha logrado que salga de esa envoltura de lo tabú y casi se convierta en un tema de conversación natural.
Lamentablemente es una paradoja, nos parece que hemos evolucionado como sociedad en la integración del sufrimiento inherente de la vida. Pero realmente es un fenómeno de superficie.
Nos resulta muy costoso acompañarnos a nosotros mismos y a los demás, en las emociones tan mal catalogadas como “negativas”. ¿Acaso se puede vivir sin sentirnos tristes por momentos? ¿Cómo no vamos a angustiarnos ante las dificultades que nos golpea el alma? ¿Podemos no dolernos con los duelos? Pues sí, podemos disociarnos. Tener un doble discurso en que por un lado hemos aprendido intelectualmente a considerarlo, pero por otro, nos juzgamos mal si no somos perfectos, asépticos y felices. Deseamos comernos la vida en cada instante, como un continuo buffet de placer. El resto, hay que desecharlo a un lugar obscuro de la mente. Encerrarlo.
Con este panorama emocional, la disposición para escuchar al otro cuando está roto, tocado o hundido, no es la mejor. ¿Cómo vamos a pararnos o arroparlo? ¿Acompañarlo en su dolor si huimos del nuestro? Difícil. Entonces sacamos nuestra artillería de pseudoconsuelo, decimos que no se preocupe y no piense en eso, que todo se arreglará y le animamos para que salga se divierta y se olvide. Porque en eso consiste, en olvidarnos de lo que tanto comentamos, pero no conectamos.
Si damos un paso más y hablamos de no salud mental, de cuando alguien se siente arrasado por su sufrimiento. Enseguida le adjudicamos nombres (depresión, ansiedad, fobias, obsesiones, adicciones, problemas con la comida, deseo de no vivir, paranoias, brotes psicóticos, etc), pero solo son eso, nombres. Etiquetas frías, que nos hacen perder de vista a la persona con su psiquismo roto, y a veces, su corazón. Lo más triste es cuando los mismos profesionales, algunos, también tienen esta visión, diagnostican y medican. Incluso a veces, hasta desahucian.
Y así, desde la soledad y la desesperación, se piensa en hacer terapia. Es un gran paso ¿verdad? Antes los que iban al psicólogo, eran los que estaban locos y había que ocultarlo. Ahora no. Vivimos en un momento de gran progreso, solo lo enturbia llegados a este punto, dos problemas.
El primero que en la sanidad pública española, no hay espacio ni tiempo, ni siquiera para ser vistos, que no es lo mismo que mirados. Los profesionales de la salud mental están desbordados y sus citas son dadas con tanto tiempo, que se sienten abandonados. O debería decir, el Papá Estado realmente los abandona. A los más graves también. Los que hacen intentos de suicidio, los que tienen psicosis y están fuera de la realidad, porque no pueden soportarla, los que no pueden trabajar porque su enfermedad mental no se lo permite. A todos ellos y a sus familias.
Y podríamos pensar que la salida es buscar una terapia a nivel privado, y ahí nos chocamos con el segundo problema. ¿Todos tienen dinero para una terapia? No. En el momento social que vivimos, muchas personas tienen dificultades para llegar a final de mes, cubriendo sus necesidades básicas, comida, casa, etc. Por lo que la salud mental, un derecho que todos españoles deberíamos tener, brilla por su ausencia. Solo es para algunos privilegiados, los que se la pueden costear.
¡Pero la salud mental está de moda…!
Foto de Eugene Lisyuk:
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