La imagen corporal
La imagen corporal. “Tengo las caderas muy anchas, no me voy a poner pantalones ajustados”. O “Me da vergüenza ir a la playa y ponerme en bikini, tengo un montón de celulitis”…
¿Quién de nosotros no ha oído estas conversaciones o no lo ha pensado alguna vez, formando parte de nuestros diálogos internos? Y esto, no nos engañemos no tiene que ver con que una persona sea atractiva o no, la dificultad está en que ellos no pueden mirarse así. Hacen una distorsión de su imagen: deformándola, fijándose en aspectos insignificantes, dándoles una importancia extrema hasta al punto que el resto del cuerpo deja de existir. Pero el proceso no termina aquí, adjudican a los demás sus angustias, pensando que sólo les van a ver en sus “defectos”, los granos que me han salido en la cara, lo blanca que estoy o lo grande que tengo la nariz.
La imagen corporal es la representación mental que cada uno tenemos de nuestro cuerpo, es decir, la imagen que cada cual tiene de sí mismo y el modo en que cada uno cree que los demás le ven. Es plenamente subjetiva y no depende de nuestro cuerpo real. Estando en relación directa con nuestra autoestima y nuestro autoconcepto, es decir, como nos sentimos y como nos valoramos. Esta imagen se irá construyendo desde que nacemos a partir de la mirada de las personas que forman nuestro entorno más cercano, de cómo ellos se estimen, porque serán nuestros modelos. Más tarde, pasaremos al contexto educativo que también nos dejarán una huella, según las experiencias que vayamos viviendo. Hasta llegar a la adolescencia, momento en que se produce una maremoto psíquico y físico, donde se dan enormes cambios físicos y emocionales, todo tiene que reajustarse para poder crear nuestra identidad. Sin olvidarnos, que estamos inmersos en una sociedad en la que hay un culto al cuerpo, a la delgadez extrema, a la “belleza” y a la juventud eterna.
Lamentablemente todos estamos inmersos en este ambiente, habiendo personas que tienen más dificultades para aceptarse como son, con sus peculiaridades y no dejarse llevar por la moda, hasta el punto de que lo único importante es el aspecto físico, como si solo fuesen un cuerpo. Pero no un cuerpo para cuidarlo, respetarlo y aceptarlo. Viéndolo como una parte, que no es el todo, la belleza está en el equilibrio entre lo físico, lo emocional, lo intelectual y lo psíquico. En la esencia de las personas que somos internamente. Dependiendo de ello nos sentiremos a gusto en nuestra piel o intentaremos deshacernos de él, como si fuera un abrigo que ya no nos gusta, lo desabrochamos y lo tiramos en un rincón.
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