El perverso narcisista
A primer golpe de vista, puede sonar rimbombante el título, incluso llevar a preguntarnos extrañados: Pero, ¿qué es un perverso narcisista? Espero ir dando un poco de luz a lo largo de estas líneas, o al menos, que sea una invitación a la reflexión. Lo que sí puedo asegurar, que si habéis conocido alguna persona con este tipo de estructura, la recordarais, son difíciles de olvidar.
El perverso narcisista -término acuñado por el psicoanalista Paul Claude Racomier- es considerado clínicamente como un psicótico, pero sin una sintomatología florida. Busca desesperadamente mantener su equilibrio precario, con la continua proyección inconsciente del dolor que no puede permitirse y de las contradicciones que le es imposible hacerse cargo, por mucho que se piense como alguien autorreflexivo.
Podríamos describirlo, haciendo un juego de imaginación, como un coctel potente. El cuál estaría compuesto por una base de personalidad narcisista (yo el centro del mundo) y añadiríamos un buen chorro de funcionamiento perverso y manipulador, todo ello aderezado con una dosis de seducción interesada. Haciendo gala de todo ello, en la interacción con los demás, ya que su forma de relacionarse en aludir a los puntos sensibles que tiene el otro, mientras dura la conquista. Posteriormente, el halo de bienestar se esfuma de manera abrupta, cuando sus logros ya están saciados.
Su constitución psíquica es endeble, confunde los límites de sí mismo con los de los otros. Busca de manera voraz las cualidades que admira en las personas de alrededor, cuasi fascinado, intenta robárselas para incorporarlas a sí mismo y así intentar compensar su narcisismo herido y fallido, aunque parezcan externamente personas muy seguras. Para ello, hará uso de su artillería pesada, su gran capacidad de seducción perversa, convirtiendo a su partenaire en víctima de su forma de vincularse, o mejor dicho de conectarse, ya que no hay ninguna implicación ni profundidad. Es algo unidireccional, quiere tomar lo que le atrae, pero no puede entregarse ni darse un poquito. El otro no existe como alguien diferente, con deseos y sentimientos propios, para él es una prolongación de sí mismo o algo cosificado, se usa mientras se necesita y luego, en su colmo de soberbia deja al otro en pausa, creyendo que encantado esperará hasta su regreso.
No puede escuchar la demanda del otro, es irrelevante o es un reproche. Todo que sea distinto a su deseo, es un ataque, por lo que saldrán a la luz, sus capacidades manipuladoras, dejando al otro en un callejón sin salida. Hace que su presa se sienta como si fuera el depredador, provocando una confusión y culpa terrible, sin importarle en absoluto, el efecto emocional que produce. Lo único prioritario es tener “su razón” y satisfacer sus intereses narcisistas. Él no se maneja en la vida por el principio de realidad, sino por su deseo, o quizás, para hablar con más propiedad, debería decir que se deja llevar por el empuje de su goce.
Su comunicación es paradojal y de doble discurso, según su estado. El uso de las falsas verdades es algo natural, no entra en conflicto por ello, ya que es su forma habitual de interaccionar. Recurre a la mentira de la forma más gruesa, sin ningún tipo de pudor ni de conciencia. Creando un entramado de enredo absoluto, en que repite de manera incesante, el mismo tipo de actuación y de escenario. En el cual se repiten los mismos roles aunque lo escenifiquen distintos personajes, él siempre como víctima, el otro el que ataca y el mundo un lugar árido. Sin poder reflexionar, de como él mismo se boicotea y arrasa al otro, envolviéndolo y privándole de su capacidad de pensar.
El deseo perverso de compartir con alguien a nivel afectivo, no tiene que ver con el amoroso de un neurótico, en el que se transita un estado de idealización, llamado enamoramiento, que sirve de cimiento para el devenir del encuentro con el otro. En cambio, la persona que tiene un funcionamiento perverso, su fin es incorporar, manipular y luego destruir al otro. El cuál se convierte en su mundo interno, en una amenaza no soportable, no alguien que le acompaña. Ya que a la par, que desea insaciablemente los valores del otro, lo odia con toda intensidad por poseer algo que él carece, quiere llenarse de lo bueno del otro, pero no tiene capacidad de acoger ni de amar. Por lo que irremisiblemente, se queda solo en el abismo de su vacío interior, una y otra vez.
Seguramente, a estas alturas, no ha despertado mucha simpatía, incluso algunas personas se habrán sentido identificados como víctimas de alguien con estas características. Sintiéndose afortunados, si han logrado poner distancia y salir de esa tela de araña, que van tejiendo alrededor y acaba asfixiando. Pero no olvidemos, que ellos dañan, pero tuvieron una infancia en la que sufrieron fallas importantes en el ambiente familiar. Cabe preguntarnos, para concluir: ¿pueden cambiar? Sólo si tocan fondo y realmente piden ayuda de verdad, desde un deseo autentico. El camino terapéutico… por escribir…
Bibliografía:
- J. Los perversos narcisistas. Quienes son. Cómo actúan. Cómo deshacerse de ellos. Arpa y Alfil Editores S.L. 2016.
- Freud, S (1982). Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.
- (1905). Tres ensayos de teoría sexual. Vol.
- (1914). Recordar, repetir y reelaborar. Vol. XIV.
- (1914). Introducción al narcisismo. Vol. XIV.
- (1920). Más allá del principio de placer. Vol. XVIII.
- (1923). El yo y el ello. Vol. XIX
- (1924) La pérdida de realidad en la neurosis y en la psicosis. Vol. XIX.
- M. El abuso de la debilidad y otras manipulaciones. Ediciones Paidós Iberica. S. A. 2012.
- E, y Plon. M. Diccionario de psicoanálisis. Ediciones Paidós. 1998.
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