Anoche soñé que el coronavirus …
Foto: @janvoinea
Anoche soñé que el coronavirus era un recuerdo lejano…
…soñé que la pandemia había pasado, el miedo al contagio o ser contagiado, el terror de la muerte de un ser querido y no poder despedirse ni despedirle, ya era pasado.
… soñé que los que habían perdido su trabajo, asustados viendo peligrar su subsistencia y la de sus hijos, tuvieron una respuesta por parte del “papá estado”. Que no solo se protegió y se favoreció a los peces grandes y fuertes (para que lo siguieran siendo), también se miró a los pequeñitos, se les cuidó y apoyó.
…soñé que existía la justicia, en un mundo que todos éramos iguales ante la ley, no había diferencias. Tampoco existían fronteras, ni color de piel, ni clases sociales, personas de segunda, de primera y los invisibles. Que se jugaban su vida, en busca de una más habitable. Para terminar muriendo de cualquier manera posible, incluso en vida.
…soñé que los políticos representaban a la sociedad y les importaba el bienestar social, la cultura, la educación, la sanidad. etc. Pero no de palabrería hueca, ¡era de verdad! Dejaban la solemnidad en casa, junto a las certezas… y se cuestionaban, miraban y escuchaban al pueblo, a la gente, a nosotros.
…soñé que los niños y adolescentes se les permitió serlo, aun en el confinamiento, porque para ellos fue doble. Eran cuidados, protegidos y contenidos. Los padres se responsabilizaban, se preguntaban… Sostenían emocionalmente, limitaban y se limitaban a ellos mismos, no volcaban aplastándolos con sus ideales, no sobreprotegían dejando en la mayor desprotección, ni exigían sin capacidad de poder ver a su hijo real…
…soñé que podíamos confiar y creer en la mirada del otro, que la sinceridad y honestidad primaban sobre el interés y la perversión, del todo vale. Que el encuentro con alguien iba más allá, de un estar sin estar, y que la conexión por una red virtual, no llenaba como la presencia física de piel a piel.
…soñé que las personas con dificultades físicas, psíquicas, socioeconómicas e intelectuales desde niños-as, estaban totalmente integradas en nuestro día a día. Que la diversidad y la inclusión no eran conceptos que vendían mucho, pero se ponían poco en práctica. No eramos tan miopes, para hacerles víctimas de nuestra propia incapacidad social, teníamos una visión empática, más allá de nuestro narcisismo.
…soñé que las personas nos uníamos para crear redes, apoyándonos unos a otros. Sin ahogar, sin someter, sin borrar la individualidad y sin estar (pre)ocupados, por quien se llevaba el trozo más grande de la tarta. Así juntos navegábamos cargados de principios comunes, intentado construir un mundo con más color y calor.
…soñé y al despertar esta mañana, lo recordaba nítidamente, mientras saboreaba mi café y el cielo nublado asomaba recortado, a través de la ventana.
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