Guerras
Las guerras continúan,
con sus manos dantescas.
Arrasando todo que tocan a su paso.
Pensamos que son entes extraños,
que no tienen nada que ver con nosotros.
Con motor propio y algoritmos que desconocemos.
¡Y mientras seguimos con nuestra vida!
La música no deja de sonar y la gente de bailar.
Hay que dejarse de cosas dolorosas.
Total, no se puede hacer nada.
Como mucho,
pondremos una carita triste en las redes sociales,
dando testimonio de nuestro efímero compromiso,
con las guerras ajenas.
Allí también había música, placer, ganas de disfrutar.
Pero todo fue borrado, sepultado.
El único sonido ahora, es el del horror.
Queremos obviar las imágenes ensangrentadas,
las ruinas desangeladas y el sufrimiento desgarrador.
Miramos y no miramos,
las pantallas de nuestros dispositivos.
Y nos decimos: ¡Siempre ha sido así! ¿Y no hemos aprehendido nada?
Casi nada.
No creemos en mirarnos a los ojos,
se nos olvidó escucharnos,
sonreír a las diferencias.
A todas.
De de piel, de cultura, de acento, de intereses.
El miedo nos atrapa y queremos mantener nuestro frío status quo.
El orden, las fronteras, los de primera y los de tercera.
Sobretodo los de tercera.
Si hay que usar bombas, destruir, matar, dejar morir, humillar, se hace. Son otros.
¿Pero de verdad son otros? ¿No somos nosotros también?
Foto obtenida de:
https://pixabay.com/es/illustrations/ai-generado-ni%C3%B1a-triste-palestina-8590341/
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