Soy Nevenka

Soy Nevenka

 

Icíar Bollain, con la película Soy Nevenka nos lleva de un plumazo a la España rancia del abuso de poder. Había que callar ante la injusticia y reír las gracias del acosador, no  fuera que las consecuencias nos golpearan a nosotros también. Mientras les pasa a los otros, ellos son las víctimas. El resto nos salvamos. ¿Hipócritas? ¿Conniventes? Sin duda. ¿Preocupados por ello? Poco. Solo hay una opción, seguir de palmeros.

Pero en la película (basada en hechos reales) la dignidad, el rozar la locura y lo insoportable de lo traumático, rompe lo establecido, el statu quo, se hace añicos.

La protagonista es una joven que acepta ser concejala de hacienda en Ponferrada. Seducida por el reconocimiento y la insistencia de un alcalde que le dobla la edad y no acepta un no por respuesta. Por supuesto, la quiere para él, como un objeto que se exhibe, se coge y se tira. Se usa y se insulta. Se desprecia y cuando se puede perder, se manipula, para que vuelva a caer en las redes.

La película nos va llevando al horror del dominio y el abuso del cuerpo de ella, primando la excitación propia, sin poder ver su desgarro y terror. La obsesión continua llevada a gritos, insultos o un teléfono que no para de sonar, haciéndonos sentir  su pánico. Atrapada en lo monstruoso de un acoso sexual,  que sólo encuentra refugio en el encierro de su casa. Salvada de su dejarse morir, por  dos amigas que la empujan a marcharse de allí. El resto, incluidos sus padres, no conectan con su sufrimiento, les pilla lejos. No hay alternativa, solo aguantar.

Y al salir del terreno conquistado por el alcalde y sus tentáculos, puede escuchar por su pareja y dos mujeres, que ella no es responsable ni ha provocado nada. Ella solo es la víctima.

Eso sí, una víctima con derecho a hablar, a denunciar y a defender su dignidad. Emprende el camino, con miedo, poco  apoyo y con la verdad de su lado. Al final gana el juicio, pero pierde el derecho de vivir en su tierra y en su país. Viéndose obligada emigrar fuera de España, donde arma su familia y su vida profesional.

Y colorín, colorado. El señor alcalde tuvo que dimitir, pero a los años volvió a ser elegido. A pesar de los pesares. Porque quizás en este mundo, el olor a rancio todavía perdura.

 

Artículo sobre el caso Neveka:

https://elpais.com/eps/2024-09-15/nevenka-la-reconstruccion-de-una-vida-me-trataron-como-a-las-brujas-que-iban-a-la-hoguera.html

 

Elisa Peinado-Psicóloga en Zaragoza